23/5/10

Las cosas importantes no son cosas

Cuando a Lucas le detectaron maldeamores, sabía que mucho más no iba a vivir. Las estadísticas de aquellos que lo habían padecido, no eran muy alentadoras. Los médicos eran muy poco optimistas ante semejante diagnóstico y todos los tratamientos eran muy costosos. Era un caso extraño el de Lucas: un tipo muy querido, pero que no era amado. Le resultaba muy difícil explicar lo que sentía, porque el corazón es un lugar aparte que ni el dueño es capaz de gobernar.

Ante las pocas posibilidades de curarse con medicina tradicional, consultó brujas, videntes y hasta un custodiador de abrazos. Pero el custodiador no tenía ninguno para él, ni siquiera uno de consuelo. Le resultaba triste saber que la única manera de curarse era conociendo al amor de su vida y no estaba dispuesto a mendigar por amor. Su orgullo no se lo permitiría. Entonces llamó a viejos amores, pero ya todos tenían uno nuevo. Visitó bares, caminó parques y hasta fue al cine en busca de algún final feliz. Lucas ya se había resignado ante la resignación.

Una noche que se había hecho mañana, Lucas estaba entrando a su casa abrazado a una borrachera, cuando vio al cartero meter unos sobres en el buzón de su edificio. Aunque no esperaba ninguna carta, agarró un sobre y entró a su casa. Mientras lo abría, las manos le temblaban y la transpiración iba corriendo la tinta que descansaba sobre los renglones. La olió y descubrió que era una carta de amor que venía desde muy lejos, porque ya casi no tenía olor a perfume. No supo si era por el alcohol, pero apenas empezó a leerla le cayeron unas lágrimas. Entonces la volvió a leer y volvió a llorar. Esa noche pudo dormir mejor que las anteriores.

Al otro día, cuando se despertó y vio la carta arrugada entre las sábanas, supo lo que tenía que hacer para curarse. Porque si no era posible ser amado por una sola persona, entonces iba a ser amado por todas.

Se tomó el primer colectivo que pasó sin pensar a donde iba, y se bajó en un barrio alejado al suyo. El plan era muy simple: donde un cartero dejaba una carta, él se la robaba. Llegó a juntar de a cientos por día. Y si no eran de amor, se tomaba el trabajo de devolverlas. No aguantaba la hora de volver a su casa y tirarse en la cama a leerlas. Hasta se animó a responder algunas. A veces elegía el barrio según la carta que quería recibir. Las más apasionadas las encontraba caminando por las calles del sur; Pompeya no fallaba nunca. Y para las más cursis, esas que dan vergüenza ajena pero que todos alguna vez escribimos, recorría algún barrio del oeste.

Empezó a sentirse mejor y su corazón ya no le dolía tanto. A medida que a la gente le desaparecían sus cartas, a Lucas le desaparecía la sensación de vacío que sentía en el pecho. En ningún momento tuvo miedo que lo detuvieran aunque a veces cuando veía parejas discutiendo en la calle o en algún café, por un momento se sentía culpable. Sin embargo enseguida se olvidaba y seguía caminando en busca de algún buzón. Al final de cuentas, estaba robando por amor y por salvar un corazón.

2 comentarios:

Katy dijo...

Muy romático Lucas. El mal de amores es depresión y no se cura tan facimente. Se ve que al se le fue un poco la chaveta y encontraba placer en aruinar la felicidad de otros, buscando
lo que el no tenía. Pobre Lucas.
Hoy cuando pasa esto se va a un médico :)
Buena e imaginativa narración
Un abrazo

Anónimo dijo...

Muy Bueno, las descripciones y el poder de orientacion q brinda, me hacen acordar de repente (con un realismo no tan minucioso)al Loko Kafka, Je!
Saludos!
Hernán AniBaL.