17/1/11

Pelando manzanas

No importa que sea primavera o verano, si hace más frío que en la Antártida o si tenemos las hojas por el piso. El ritual de pelar una manzana de principio a fin, sin que se nos corte la cáscara por la mitad, justo en la parte más panzona, es algo que cualquier persona debería hacer al menos una vez en la vida. Aquellos que lo lograron, aseguran que la sensación es incomparable.

Es solo cuestión de caminar hasta la verdulería más cercana, pararse frente al cajón de manzanas y dejarse elegir por una de ellas. El verdulero te va a mirar con cara de limón cuando le pagues una miserable manzana con diez pesos, y ni siquiera seas capaz de agregar un kilo de duraznos o una bolsa de papas para no dejarlo sin cambio.

El siguiente paso es elegir el cuchillo adecuado. No es recomendable uno serrucho ni uno para untar. Y mucho menos una cuchilla, porque podemos intimidar a la manzana haciéndole arrugar su cáscara, cosa que dificultaría mucho nuestra tarea. Una vez elegido el cuchillo, es hora de desnudar a la manzana de su piel roja y arrancarle sus jugosos prejuicios.

Es conveniente empezar por la parte de arriba, justo donde está el cabito. Algunos, y solo por una cuestión de comodidad, prefieren arrancárselo. Para hacerlo, también hay diferentes técnicas que no vamos a explicar en este momento porque nos desviaríamos de nuestro relato.
El movimiento de las manos, tanto de la que tiene la manzana como de la que tiene el cuchillo debe ser simultaneo, girando ambas en sentido contrario, dejando caer la piel con mucho cuidado para que el mismo peso no la corte. La cáscara irá cayendo en forma de tirabuzón y verla ahí enrulada te van a dar ganas de ir a dar una vuelta al mundo. O lo que es mejor, de darle un mundo a la vuelta.

Mientras pelás la manzana, podés jugar a ir recitando el abcedario. Si la cáscara se corta en una letra, será la inicial de la persona con la que te vas a casar. Los enamorados de las Marías tratarán de llegar hasta la mitad; y las que sueñan con principes azules llamados Víctor, harán lo imposible por avanzar hasta lo último.

El final es lo más difícil: para esta altura la manzana ya se está desangrando y el jugo te empieza a chorrear haciendo que se te resbale de las manos. La transpiración rebalsa y se te cae del cuerpo. Los nervios se vuelven ingobernables. La ansiedad te acelera el pulso haciendo cansar más tus manos y la vista se desconcentra. No llegar sería un fracaso. Porque ya estás ahí, casi a punto de lograr, al menos una vez en la vida, uno de los placeres más jugosos que existen.

1 comentario:

la occhi dijo...

Muy bueno, lo voy a intentar, aunque no creo que llegue a tu nivel de detalle.
Siempre es un placer leerte.
Te mando un beso.