6/9/10

Días a la marchanta

Cuando se aburría de que todos los días fueran iguales, agarraba a lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo, se los metía en el bolsillo del saco y empezaba a caminar hasta alejarse de todo el mundo. Cuando sentía que ya nadie lo estaba mirando, sacaba los días del bolsillo y con el puño bien cerrado empezaba a agitarlos bien fuerte. Y mientras los agitaba hacía el gesto de acercarse el puño a la oreja achinando los ojos para sentir que estuvieran todos ahí, los siete. Repetía ese movimiento durante unos diez, quince segundos. Cuando ya los había mezclado bien, alejaba la mano del cuerpo como si fuese a soltar un pájaro y abría de a poco los dedos liberándolos de a uno, en el orden que ellos quisieran. Entonces era así como el lunes aparecía en la mitad de la semana y dejaba de ser el peor día, el más odiado. El sábado se colaba en el lugar del martes y había millones de citas nuevas y la gente se mataba tratando de conseguir entradas para el cine y llenaban los restaurants y comían a reventar y tomaban vino con soda y soda con vino. De repente el jueves los futboleros se descubrían con la oreja pegada a la radio, escuchando el partido con un gorrito con los colores de su equipo. El viernes las madres mandaban a dormir temprano a sus hijos porque quedaba toda la semana por delante y sino cómo estudian. El miércoles hubo abuelas que amasaron ravioles para un batallón. Al martes le tocó bancarse la resaca y lo mandaron al final de todo. Y el domingo a las ocho de la mañana, no había nadie que no estuviera de traje y corbata, listo para arrancar la semana.

4 comentarios:

**VaNe** dijo...

ja! Buenísimo! Me gustó mucho! Voy a buscar un cubilete!
Besos

Juan Cruz Vassallo dijo...

Ojalá saques pocker de días. Gracias Vane.

Anónimo dijo...

Siempre un gustazo leerte bro! Te felicito :)

Cote

Anónimo dijo...

La rutina es el motor de las personas. Y si uno no aprende a engañarla, la vida se empieza a hacer más monótona.