18/8/09

La tos de Raúl

Raúl está sentado en la sala de espera. Esta mañana Raúl se puso la única camisa verde que tiene. Quizás para que lo veamos a simple vista, o para que sepamos que él va a ser el protagonista. Pero nosotros lo descubrimos porque es el único que está en la sala. Se sentó de tal manera en uno de los sillones de cuerina marrón, como diciéndonos que tiene todo el tiempo del mundo. Y que va a hacerle honor al nombre de ese lugar. Debe ser por eso que lleva con él un best seller de más de trescientas páginas que empezó a leer esa misma mañana. A pesar de estar solo, sus movimientos son lentos y silenciosos. Como si no quisiera molestar a alguien. Por las dudas baja el volumen del celular. Cuando estornuda lo hace tapándose la boca. No escucha el tic ni el tac de las agujas de su reloj, pero inconcientemente las acompaña con un leve balanceo de atrás hacia adelante mientras lee. Este movimiento mecedor quizás no sea el mejor para mantenerse despierto y atento a la trama de la novela que está leyendo. Pero él no repara en eso. Tampoco que en el televisor de la sala están pasando los resultados de la lotería que jugó esa mañana. En realidad no hay muchas cosas a las que Raúl les de mucha importancia. Podríamos decir que está ahí porque lo mandó su esposa, siempre y cuando el anillo que tiene puesto sea de casamiento. Seguramente fue ella quien lo obligó a ir al médico por que con esa tos no te soporto más y hace tres noches que no me dejás dormir. Lo raro es que Raúl no va a toser en ningún momento mientras esté en la sala. A lo sumo carraspea un poco con la garganta. Esto no se lo vamos a decir a su esposa, en caso de que efectivamente Raúl sea casado. Sino ella podría pensar que él solo tose en su presencia para molestarla y así decida irse a dormir a la habitación de al lado.
Cada tanto, con su dedo meñique extendido, Raúl sube los anteojos que se le van cayendo por su nariz aceitosa y traspirada. Los acomoda para que el marco no le tape la visión y le haga perder el hilo de lectura. No sabemos cuánto tiempo pasó desde que Raúl está ahí sentado. La secretaria del doctor Villaverde lo llama justo cuando pasaba de la página veintisiete a la veintiocho. Pone el billete de la lotería que nunca supo si ganó, para marcar por qué página iba. Guarda los anteojos en el estuche. Se incorpora, tose y entra al consultorio.

3 comentarios:

Katy dijo...

Ha pasado delante de mi como si le conociera de toda la vida, y si no es él, es otro de tantos Raules que desfilan a diario por los consultorios a matar el tiempo, por falta de sitios a dónde ir. Unos por soledad buscando alguien que les escuche, otros por aburrimiento, al menos en ese lugar están calientes en invierno y fresquitos en verano.
Un saludo

Nelais dijo...

Qué buen reflejo de algunos vacíos.

Es magnífica tu manera de contar.
Realmente singular.

Saludos,

Agostina Cánova Kuessner dijo...

el gesto de levantarse los anteojos, lo ví como si lo tuviera en frente...
excelente el manejo del ritmo, la información, la supuesta esposa y todo lo que se construye en base a eso..
Felicitaciones! Es un muy buen texto!