28/3/10

Noches de estreno

Basta que alguna se despierte y se prenda para que las demás, de celosas que son, empiecen a florecer una al lado de la otra. Uno puede imaginarlas desperezándose y estirándose mientras se despegan y se arrancan el sueño de la cara.

La función acaba de comenzar y parece que habrá lugar suficiente para todas. Pero entre parpadeo y parpadeo se van sumando, y si te atrevés a parpadear otra vez más, la suma se multiplica y cómo te lo digo. El desierto negro parece cada vez más chico, y las últimas en llegar van pidiendo permiso porque ninguna se quiere perder el espectáculo. Cada tanto alguna caída del catre, aparece con su cola larga y blanca, coqueteando fugazmente, mirando a las demás desde arriba lo que ya se ve desde arriba. Aunque tengan millones de años, se niegan a envejecer. Y viven como adolescentes que se despiertan cuando todo el mundo está calentando la sopa para irse a dormir. No tienen valores pero están llenas de sentimientos, y si se enamoran juegan a regalarse cosas que no brillan. Desde lejos parecen pedacitos de algodón, pero acercarse a ellas sería imposible porque uno se pincharía las manos con sólo acariciarlas. Nadie sabe si hablan. Tampoco hace falta porque nadie las escucharía. Pero ellas se enorgullecen de saber que fueron musa de esas canciones que nunca dejaremos de oír.

Ahora sí, el cuadro se va pintando y parece que ya están todas. Cada una en el mismo lugar de siempre, el mismo de todos los días desde que existen los días. Sin embargo, a la hora de hacer una escala en nuestro camino al cielo, la elegida será una. Solo una.

1/3/10

La vida de a dos

Apenas se casaron, Teresa y Ernesto hicieron un pacto con la muerte: le pidieron no separarse nunca más. A cambio, la muerte les exigió la inmortalidad. Aceptaron enseguida y volvieron a su casa con la felicidad y la tranquilidad de saber que iban a estar juntos para siempre.

Hoy llevan veintinueve años de casados. Hace tiempo que Teresa dejó de plancharle las camisas a Ernesto. Él ya se olvidó del día del cumpleaños de Teresa. Duermen en cuartos separados y se turnan para desayunar en la cocina. Teresa y Ernesto están condenados a vivir juntos eternamente. Hasta que la muerte los separe.